Quien diría que nos adjudicamos tanto por dentro y a otros, somos tan propios y dueños de nada. ¿Quién nos contempla desde la imponente bóveda al caer la formidable noche?
Cariño, imagino que te encuentras allí, mi estrella, la única que alcanzo a distinguir entre tanta adversidad. ¿Quién te abandona y porqué lo ejecuta de esa manera?, tan alto, desprendiste tu alma, dejaste tu cuerpo postrado sobre la tierra estéril, tan blanco, tan blanco, el rastro de su camino sobre tu piel, tú, de vivaz errar, gorra peculiar, voz suave y sonrisa eterna.
Ahora callas, suspendes tu camino para volar tan alto, tan alto, desterré esa lágrima color carmín, dejando su senda sobre un rostro ya frío y en su rastro me quedé, su huella se mantiene reproducida ante mi mirada.
Cierro los ojos para verte mejor, para relevar la última imagen que te robé, la que ni una sola fuerza cambia y tiene el poder de perturbar.
Una canción, dos días de tu última memoria, tres sitios, cincuenta besos, mil sonrisas, tus antologías, el mar de agua con sal y todo en silencio en tu guitarra.
Y la carta, la que siempre llega tarde, acompañada de una nota desafinada descifrada para ti, hacerle cenizas para que todo fuese perpetuo.
Querido, tan alto, tan alto, desde un lugar tan bajo te observo y te hablo desde la inmensidad que cubre el silencio.
Alzo mis brazos al viento para tocarte, tal alto, tan alto, desde aquí. Egoísta aquella mezcla de gases que te esconden de mi mirada para dejarte descansar y yo para invocarte una vez más, y esconden tu luz, benditas que me dejan su suspiro con olor a ti, mi cabello baila a su son y yo te respiro larga y profundamente una vez más, me voy.
Tal alto lo observo, desde aquí, lo bajo, desde allá aquí tan pequeño, solo define una palabra, la de un ser que no se va, la de ese que se ha ido y dejó parte de su naturaleza para persistir, por siempre y hasta pronto. lm/
Incompleto, se siente.