Cuántas veces susurraré al vacío un término de predilección a tu indolente persona, e inútilmente, contaré las mentiras a estas páginas, reproduciré tu imagen dentro de este negro café y tararearé la misma canción.
Y para qué dar detalles, teniendo presente tu autonomía, imagino querido que alguien te despeina, acaricia tus labios, cierra los ojos y te ama al oído.
Cuánto más durará el mismo crujido retumbante en mis sesos y tragarlo como zombi hambriento del elixir sagrado del olvido.
No quiero saber cuánto más, no quiero saber el día del juicio a un final, sin haberte vivido como el pecado que cargo en mi conciencia. Aún no necesito penitencia.
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