Pequeña, tan frágil como un metal,
Seguía sentada… a unos kilómetros de él,
El frío no le quemaba,
Su olvido no lo olvidaba,
Su cielo ya no lloraba,
El sol ya no encendía,
Su cuerpo permanecía postrado sobre un suelo frío,
Su alma persistía en alturas,
La noche le escoltaba,
Esperaba su llegada en la puesta de un crepúsculo,
El cielo ya era tétrico, apagado,
Las nubes se aclaraban, como si fuesen mancha en el firmamento,
Y una estrella a un lado consolaba su mirada.
El Dios ya no escuchaba, y ella ya no pedía.
Él, escondido en una esquina, lo cubría una bóveda desgastada,
Buscaba un asesino, que matara esa mirada,
Él quería venganza, para la autora de su hastío,
Cansado del cuento de nunca empezar,
La fatigada imaginación mató la ilusión,
En el fondo de esos dos, ya agonizaba la esperanza.
Cansado del cuento de nunca empezar.
ResponderEliminaruna frase genial.. buenas imagenes, no se que pensar de los contrarios en sentidos como lo usaste, pero me gusto, lo creo.